martes, 31 de julio de 2007
Mónica Barreneche
Colaboradora habitual de la revista SOHO www.soho.com.co y de la agencia Leo Burnett, metódica y con mucho talento, consigue convertir una simple foto de dos cholas en Machu Picchu, - de esas que se dejan hacer fotos si les das monedas y que van medio disfrazadas para los turistas-, en una auténtica obra de arte. Al resto de los mortales nos saldría una patética foto de souvenir.
Todos deseamos que pueda ampliar sus estudios de fotografía en Londres, aunque eso nos cueste perder a una de las mejores parejas para bailar salsa en Bogotá y tengamos que conformarnos con recordarla cada vez que suene "Casi te envidio", de Andy Montañez.





viernes, 27 de julio de 2007
jueves, 26 de julio de 2007
Medellín, Medallo, Metrallo...
La primera vez que llegué a Medellín lo hice por avión hasta el aeropuerto que queda en medio de la ciudad, el mismo donde se mató Carlos Gardel. Fue un espectáculo ir descendiendo entre dos montañas y ver todo un valle poblado de edificios altos y comunas en las laderas. Me impresionó el verde y la perenne temperatura primaveral.
Después de aquel día he vuelto muchas veces; de la época del narcotráfico sólo queda ya un recuerdo molesto y una conciencia colectiva de “nunca más”. No existe en toda Colombia una ciudad con más voluntad transformadora que Medellín. Es por ejemplo, la que tiene más zonas verdes interurbanas, más festivales al aire libre, donde más se ha aumentado los encuentros internacionales, la de más bibliotecas por habitantes, y sobre todo, la que tiene más conciencia de urbanidad, y apropiación del espacio público. Curiosa ciudad ésta donde se está produciendo actualmente lo mejor de la vanguardia que sale en Colombia: diseño, moda y artes electrónicas.
Encuentro Internacional Artes Plásticas http://www.encuentromedellin2007.com/
Transformación de la ciudad: http://urbanismosocialmedellin.universia.net.co/
Festival de Cultura Digital http://www.medelink.net/2007/
Si hay alguien que escribe con más amor-odio sobre Medellín es Fernando Vallejo. Y si hay alguien que la retrata más crudamente, ese es el cineasta Víctor Gaviria.
Como en todos sitios, aún queda mucho por hacer, pero yo siento debilidad por Medellín... Medallo, Metrallo.








lunes, 23 de julio de 2007
La Guajira
Lugar inhóspito pero de una belleza salvaje, ¿Quién dijo que en Colombia sólo había exuberancia? Cuando llegas a esta península te da la sensación de haber cruzado el océano Atlántico y encontrarte de repente en las playas de Senegal o Mauritania.
Del vergel de la Sierra Nevada y del Parque Tayrona, al desierto guajiro, tan sólo hay 200 kilómetros y una sucesión de paisajes espectaculares.
Llegar hasta el Cabo de la Vela, el extremo norte de la Guajira, no es fácil: una vez en Rioacha -la capital del Departamento, tendrás que desplazarte a Uribia, la que llaman capital indígena. Esta ciudad, por lo que verdaderamente sorprende es por la cantidad exagerada de bolsas de plástico que te encuentras tiradas por las calles o enganchadas a los matorrales y cactus de los alrededores... Vamos, un auténtico basural. Uribia es el último lugar para aprovisionamiento de agua, de ron y de gasolina venezolana de contrabando (buena, bonita y barata). De allí se sale en jeep hacía el Cabo de la Vela: la punta más septentrional de América del Sur.
Por fin, después de 2 horas de travesía por el desierto, se llega al Cabo. Si coincide con la caída de la tarde, la sensación paz y calma se acentúa: Ante ti se te abre una bahía de mar serena y silenciosa, y una puesta de sol que jamás olvidarás. Por la mañana, otro espectáculo de la naturaleza te sorprenderá: el contraste del color turquesa del Caribe, el dorado de la tierra árida, y el viento.
Los lugares para quedarse por el Cabo de la Vela, son unas pocas rancherías que tienen los indios Wayuú. Muchas veces son simplemente unos sombrajos con chinchorros (hamacas muy anchas y coloridas que son auténticas obras de arte), sin luz ni agua. Pero hospedarte a 5 metros de la orilla y mirando las estrellas desde tu hamaca, es una sensación de felicidad indescriptible... hasta que llegan “los turcos de Maicao” con sus “narco-toyotas” y ponen vallenato a toda potencia mientras se dedican a beber güisqui hasta el amanecer. Una manera cualquiera de joder un momento místico y de que empieces a odiar la música vallenata.
Es el momento perfecto para irte entonces al sur de la Guajira, pegado a la Sierra Nevada, donde se encuentran unas playas maravillosas al estilo de las del Parque Tayrona pero mucho menos masificadas. Ah, el Cabo de la Vela además, es uno de los mejores spots de Sudamérica para hacer windsurf y kitesurf. Merece la pena.
sábado, 21 de julio de 2007
Villa de Leyva (Boyacá)
Este pintoresco rincón del departamento boyacense, se ha convertido en un punto clave de escapada para los bogotanos los fines de semana.
A mitad de camino entre un pueblo andaluz-castellano manchego, un parque temático, o un decorado para películas como el Zorro; a este pseudo “invento” para bogotanos hay que reconocerle la buena vibra que desprende. Sitio de encuentro de gomelos (pijos), hippys en busca de un buen viaje a base de setas alucinógenas, jubilados, ó bohemios, es un lugar ideal para cabalgatas, para los amantes de las cometas, para emborracharse en las escalinatas de la plaza a base de guaro (aguardiente), para comprar artículos de lana, para simplemente ver pasar a gente, y sobre todo, para visitar su mercado los sábados por la mañana.
Esto último, es un deleite para los sentidos que merece la pena ver: para un europeo como yo, que nunca antes ha visto ni la mitad de la mitad de los productos que allí se venden, aquello se convierte en un auténtico espectáculo visual mezclado de olores y los sonidos. No dejen de probar para desayunar en los asaderos del mercado, el caldo, la morcilla y las gallinas (tienen el huevo dentro: como cuando era pequeño y me lo daba mi abuela). Una manera fantástica de empezar el día. Y ligera...
En Villa de Leyva, hace algo más de cuatro siglos, a un andaluz como yo, le dio por escribir y escribir, y completó el poema mas extenso jamás escrito en español: Elegías de Varones Ilustres de Indias. Se llamaba Juan de Castellanos y este año se celebra el IV Centenario de su muerte.





Amazonas
La fuerza de la naturaleza allí es extrema e implacable y no perdona debilidades: la humedad, el calor, los mosquitos y la escasez de alimentos, hacen de las caminatas por el interior de la selva una tarea extenuante. Sin embargo, todo lo compensa el ver una puesta de sol en el Amazonas, compartir un almuerzo en una comunidad indígena, o dormir en hamacas junto a una quebrada al aire libre.

Amazonas

Indígenas del Amazonas

Amazonas, parte colombiana. Foto David Marcos

Amazonas. Parque del Amacayacu
domingo, 15 de julio de 2007
CUADERNO DE BITÁCORA
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